El pase de diapositivas requiere JavaScript.
Adosado por la parte trasera del presbiterio de este templo, se encuentra el camarín (o camerín). Este cuerpo fue construido en 1704 bajo la dirección del maestro cantero Pablo de Cubas, miembro de una familia con gran tradición constructiva. Si bien la composición y los detalles de molduras y recercados responden a un lenguaje plenamente barroco, la bóveda nervada, de la que sólo se conserva el arranque, fue ejecutada según la técnica gótica. Este habitáculo debió ser mandado construir por alguna familia nobiliaria del entorno, con la finalidad de rezar a la virgen con más intimidad, separados del resto de fieles.
En 1710 se encargó a Toribio Fernández Vaquero, maestro de dorar y pintar, la fábrica de un frontal y la realización de las pinturas al óleo de dicho camarín:
«(…) por llamamiento de Toribio Fernández, maestro de dorar y pintar, para que aquellos señores mandasen la pintura y doradura de el retablo y de el camarín de N.ª S.ª de Bendueños, mediante que dicho Toribio Fernández y yo, el mayordomo, convinimos por escritura que dicho maestro ejecutara la obra y se ajustaron en 1100 rs. con la fábrica de un frontal, que a dicho camarín pintado al óleo con las mejores pinturas ha de poner dicho maestro»
Las referidas pinturas murales son de estilo barroco. En la actualidad se conservan, parcialmente, las cenefas del zócalo, organizadas en tres niveles y ornamentadas con motivos vegetales y zoomórficos: aves, girasoles, uvas y otros frutos.
Por encima de la línea de impostas, además, cuatro figuras borrosas ceñidas por extraños personajes y rodeadas de roleos y flores que representan a San Ambrosio de Milán (atributos: mitra y vestiduras episcopales, libro), San Jerónimo (atributos: vestiduras cardenalicias, trompeta del Juicio Final, león, material de escritura,…), Santo Tomás y San Francisco de Asís (atributos: crucifico, calavera, vegetación, ¿aves?). Inicialmente, las pinturas se extenderían por los cuatro paramentos y también cubrirían la bóveda, que se derrumbó en algún momento del siglo XIX (parte de los restos permanecen en el camarín, y otros diseminados por el pueblo).
La peculiaridad de las pinturas, además de su exuberancia decorativa, radica en el exotismo de algunas de las representaciones: sin duda las más llamativas son las indígenas en posición de genuflexión que soportan los medallones de San Jerónimo y San Ambrosio (ataviadas con peculiares vestimentas y alhajas de plumas). También aves del paraíso, bestias, hipocampos, y otras figuras de difícil interpretación. Todo el conjunto está dotado de una serie de referencias teológicas y mitológicas sólo comprensibles por el visitante erudito. Si bien existen otras iglesias asturianas adornadas con ricas pinturas murales, lo excepcional de Bendueños, aparte de su profusión decorativa, es su contenido exótico y simbológico, que hacen del Camarín un espacio singular. Se trata, por tanto, de una extraordinaria muestra de pintura mural, de la que apenas pueden encontrarse otros ejemplos equiparables en Asturias.
Con el paso de los años, la falta de un adecuado mantenimiento en la cubierta conllevó la aparición de filtraciones de agua de lluvia, que terminaron por traspasar la plementería de la bóveda y escurrir por las paredes. La presencia de agua en la cara interior de los paramentos ha afectado de forma muy negativa a la conservación de las pinturas. El deterioro del revoco es evidente: se han producido numerosos desprendimientos, con la consiguiente desaparición de importantes superficies de pintura, y en otras zonas se observan abombamientos y levantes que advierten del riesgo inminente de desprendimiento de otros fragmentos policromados.
David Ordóñez Castañón