Pequeños recuerdos de Lena

Por Carlos Urdambidelus Aza

(Médico hematólogo, residente en Sevilla)

Como mi bisabuelo materno, Francisco Haza/Aza Farpón, era de Pola de Lena y mi abuelo paterno, Estanislao Gabino, también era de Lena, me creo con créditos suficiente para contar dos o tres recuerdos de cosas escuchadas de allí.

De mi abuelo Gabino

Mi abuelo Gabino, al que conocí, era de La Caleya. Lo sé porque en los años sesenta, paseando con mi padre por allí, me señaló una casita de planta baja y me dijo: “ésta  era la casa de tu güelu”. No obstante, mi padre, Carlos, hablaba poco, por lo que de muchas cosas me enteré por otras referencias.

Aunque siempre se le llamó Gabino, mi güelu en realidad se llamaba Estanislao Gabino. Se casó en  Ujo con mi abuela Carmina. Tenía un hermano, que se llamaba Constante, al  que vi solo dos o tres veces y del que no sé nada más.

Recuerdo de él varios detalles que me me impresionaban cuando yo era pequeño; a menudo, observaba con admiración su buena escritura, de letra muy elegante, y también me sorprendía el cuidado con el que llevaba las cuentas. No sé en qué escuela habría sido educado en sus tiempos, pero debió haber sido buena. Además, me llamaba la atención que tenía por costumbre recogerse en su habitación todas las tardes, a las cinco y media exactamente, para  rezar de rodillas delante de un libro de meditaciones. ¿Habría sido sacristán?

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Mi güelu Gabino, a la izquierda, en ademán de tomar notas
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Gabino, en el centro, tomando notas

Recuerdo también algunas narraciones que me contaba, una en particular, de cuando -en su época-,  los lobos bajaban en invierno hasta Villayana, de manera que en una ocasión siguieron a un mendigo que hacía el camino de noche. Cuando aquel hombre llegó a La Pola arrastraba un manta totalmente rasgada por las garras de aquellas fieras… De niño me imaginé más de una vez esta escena.

Otras son las cosas de mi bisabuelo Paco que, aunque no lo conocí, todo lo que de él me contaron sería demasiado  largo para estos  “pequeños recuerdos Lena”. Se casó en dos ocasiones, primero con mi bisabuela Águeda Arias de Matrentes, de cuya unión nacieron seis hijos, entre ellos mi abuelo Joaquín. Más adelante se volvió a casar, con su cuñada Josefa, que también era de Pola de Lena, viuda y con hijos. Con hijos que ambos tenían de sus anteriores matrimonios más los que nacieron después sumaron catorce, entre los cuales  había Aza Arias, Aza Fueyo y los hubo incluso Aza Aza. Vamos, un lío.

Los orígenes genealógicos

El apellido Aza está indisolublemente asociado en Lena al ilustre Vital Aza; sin embargo,  la rama del honorable dramaturgo no es la de mi familia. La de Vital Aza es otra, descendiente de Juan Antonio de Haza, casado en el año  1748 con Jacinta  Fernández.  Yo pertenezco a la rama de los Hazas González de Lena. Gracias al árbol genealógico elaborado por D. José Mª García de Tuñón Aza podemos saber que el primer Haza que llegó a Pola se llamaba Bernardo, procedía de la provincia de Burgos y contrajo matrimonio con Serafina Hevia, igualmente de La Pola. Esto fue en el año 1688. Por entonces se escribía Aza con «H», pero  con posterioridad se impuso Aza. Las razones son de otra historia.

Los dominicos de la saga

Pasando por alto las generaciones anteriores (1715-1746-1783), nos encontramos hacia el año 1800 con la de mi tatarabuelo Pedro Haza González de Lena y sus ocho hermanos. Entre ellos había dos benedictinos. Uno de ellos, Fray Benito, llegó a ser Abad del Monasterio de Santa María de Meira (Lugo) y en 1882 bendijo y fundó la Capilla de Paredes de Meira, de la que también fue párroco. El segundo, Gabriel, estuvo en el  Monasterio de San Juan Bautista de Corias (Cangas de Narcea).

El referido Fray Benito entregó en el año 1864 a su sobrino –y hermano de mi bisabuelo Paco–, Don José Aza y Farpón (entonces párroco de la Iglesia de San Pedro de Nora), un reloj de mesa del estilo  de los que usaban los Generales de Napoleón. Don José lo conservó hasta 1911, año en que decidió enviarlo a Madrid para que Fray José Farpón, otro dominico lenense y primo de los anteriores, hiciera caridad con él. El reloj volvió a Asturias poco  después –ignoro los motivos–, otra vez a Don José, conservándolo luego mi abuela Hortensia.

El dominico Fray José Farpón se había formado en Filipinas, en San Juan de Letrán. Fue profesor en la Universidad de Manila, escritor y teólogo. Cuando regresó a España, ya al final de su carrera, estuvo un tiempo en Asturias, para luego ser destinado a Valencia, donde falleció y descansa.

El hermano menor de la saga Haza González de Lena, Rodrigo de Haza, se casó con Bernarda Martínez de Vega y entre sus descendientes destacamos al  Padre Dominico Fray José Pío Aza, nacido en Pola de Lena en el año 1865 y fallecido en Perú, en Quillabamba, en el año 1938, tras una vida de misionero en el Amazonas, donde fue protector de los Machiguengas y de los Huarayas; obispo, filólogo, escritor y geógrafo, con una  biografía extensa  y brillante.

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Fray José Pío Aza (Archivo fotográfico de Pepón d’Usebio)

Por la casa de de mi abuelo Joaquín, en Trubia, pasaban muchos familiares a saludarlo y de vez en cuando lo visitaba otro primo Farpon de Pola de Lena. Cuando venía era todo un acontecimiento. Mis tías lo anunciaban al verlo llegar, diciendo: “¡padre, está aquí Farpón!”; a continuación se ponía el mantel en una mesa debajo de la galería para que comieran y hablaran solos, en una sobremesa que duraba hasta bien entrada la tarde. Tras un descanso y aseo, Farpón se ponía en camino de nuevo hasta Pravia, donde tenía una hija monja.

Las carnicerías Aza

Nosotros –o sea, la generación de mi abuelo Joaquín Aza Arias y sus nueve hijos, entre ellos mi madre, sus hermanos, yo y otros nietos– somos los Azas del colectivo calificado como “carniceros”. Así es como un día definió a nuestra rama el respetado y de buen recuerdo Dr. B. Aza: “los Azas carniceros”. Y acertó. Todo el mundo en La Pola sabe dónde está la Carnicería Aza, fundada en el año 1897 por Tomás Haza Farpón y su mujer, Josefa  Fueyo  y Fernández de la Vega (La Zampola). Era la Carnicería La Zampola.

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Hostesia Garcia con Joaquín Aza y parte de su familia (http://lavozdeltrubia.es/2017/04/17/subiendo-la-farrapona/)

Luego fueron Pedro Aza y María Aza quienes se hicieron cargo de ella con el nombre de Carnicería Periquín. Pasó después a Tomás Aza Aza, Luis Aza Aza y Pilar Fernández Rodríguez, que la llamaron Carnicería Los Tomasinos. Posteriormente, Abraham Aza Fernández la denominó Carnicería Aza y en la actualidad está regentada por Tomás Aza Mónico. Los hijos  de Nieves, otra hermana de mi abuelo Marcelino y Paco, tuvieron una Carnicería en la Argañosa, en  Oviedo.

En Ujo, la prima y –a la vez– hermanastra  de mi abuelo Manuela Aza Fueyo tuvo asimismo carnicería. Por último, mi propio abuelo Joaquín tenía en Trubia también una carnicería y fábrica de embutidos, llamada La Hortensia, que era el  nombre de mi abuela  y que, para más detalles, durante la guerra ejerció de Intendencia. Por entonces, aquellos Azas se pasaban los secretos  de la profesión de unos a otros en un ambiente de cordial familiaridad.

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Carnicería Aza (fundada en 1897)

Un par de anécdotas de Don Vital Álvarez Buylla

Vuelvo ahora  a mis recuerdos más recientes  para comentar que en los años  70 trabajé  unos meses en la  antigua residencia de Murias y quien fuera más tarde Alcalde de Mieres, Don Vital Álvarez Buylla, médico y especialista distinguido, me formuló un domingo la pregunta clásica: “¿tú, de quién yes?”. Tras explicárselo se dio cuenta de que no era de su rama: “no somos familia” –me dijo–. Aunque, en parte, tenía razón (pues somos de ramas distintas), lo cierto es que todos los Azas de la zona descendemos del Bernardo Haza que llegó a Pola muchos años atrás.

La figura de Don Vital me despertaba gran simpatía y respeto. Lo recuerdo también por una anécdota de entonces,  ocurrida un domingo, en una mañana de primavera, en la que él estaba de guardia localizada y yo de médico de puertas. Don Vital iba a pescar salmones, pero surgió una urgencia y no tuve más remedio que avisarlo.

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Vital Álvarez Buylla

Algunos recuerdos de mis amigos de Ujo

“¿Tú sabías  que hubo un Aza de Pola que fue agrimensor, para el catastro  del Marqués de la Ensenada en Pajares en el año 1752?” –me preguntó  en una ocasión mi amigo Leo–. “No lo sabía” –le respondí–, “pero sí que hubo muchos Azas por aquella parte”. Para mis “pequeñas historias”, más que nada,  prefiero las cosas de la gente que conocí; por eso, siempre me acuerdo de Antonín Aza. Lo veía a veces por Ujo cuando yo era un guaje y andaba con mi padre por la carretera. Si nos cruzábamos con él se paraba a charlar y estaba siempre muy contento y ocurrente. Decía mi padre que era muy simpático. Esto me lo confirmó un amigo de Ujo, el gran cazador César Rodríguez Suárez, quien añadió que Antonín  jugaba muy bien al chanelo y que no quiso subir de rango en la Renfe porque “estaba bien como estaba”. Aunque era de Pola vivía en Ujo, en La Vega. Era hermano  de Luis, de Tomasín y de Fernando, a quien también conocí.

El conocido cazador D. Domingo Aza

Estas pequeñas anécdotas que me sirven de entradilla para contar otra, de la que me enteré más recientemente. Hace solamente  seis meses. Mi amigo de Ujo, Leo Sáez, me aporta gentilmente  la documentación que averigua y que me puede interesar sobre  mis parientes Urdambidelus. En éstas búsquedas, por una ironía del destino, se encontró  con un artículo del periódico Mieres en el  Noroeste, que reproduzco a continuación.

El Noroeste 1899, junio 1 (pág. 2).

Pola de Lena. En la tarde del 29 del actual, como a las tres de la tarde, reinó gran alarma en ésta villa. Un gran  perro mastín de la propiedad de D. Juan Vigil, de dicha vecindad, que estaba  atado con una fuerte cadena en una finca inmediata, rompió la cadena y con evidentes síntomas de estar hidrófobo, empezó a recorrer las calles de la villa, mordiendo a cuantos animales y personas halló a su paso.

Antes de romper la cadena, mordió al criado de D. Juan Vigíl y posteriormente, cuando consiguió escaparse, a tres o cuatro perros y a unos cerdos (que fueron inmediatamente muertos a tiros). En una calle inmediata a la plaza atacó a una mujer, a la que si bien desgarró  las ropas, no le hizo sangre; luego se arrojó sobre un grupo de niñas que se hallaban cosiendo en la puerta de la casa, causando graves lesiones a una niña, hija de Esperanza Quesada, que fue inmediatamente asistida  por el médico D. Joaquín  López.

De orden de los señores Juez y Alcalde que se presentaron en el lugar del suceso, salieron en persecución del animal los guardias municipales y algunos vecinos armados con escopetas, y entre éstos el conocido cazador D. Domingo Aza, quien descubriendo al mastín rabioso a unos cien metros de distancia en el sitio conocido como  La Fuente del Ablanu, le hizo un certero disparo  que le dejó muerto en el acto, recibiendo felicitaciones por su acierto al matar al can, que seguramente hubiera causado mayores desgracias.

A los lesionados por el perro se les aplicó en el acto por el facultativo el termocauterio y se dispone lo conveniente para ser trasladados a Barcelona, a fin de sujetarles a tratamiento en la clínica del Dr. Ferrán.

El nombre del cazador Domingo Aza me sonaba, no así el del resto de las personas mencionadas. Estuve varios días cavilando y, por fin, en la tercera noche, me llegó a la memoria lo que mi madre Mª Luisa me contó una vez: “mientras pasé parte de la guerra en Pola de Lena, en casa de María Aza, mi padre y otros tres hijos quedaron en  Trubia al cuidado de lo que tenían”. Al respecto, mencionaba a un Domingo y a su hermano Manolo Aza, o… ¿sería Enrique?, que entonces visitaban la casa con una relación cordial y parental.

Me quedaba una duda en el  tintero. Desde el año 1899, fecha de la noticia del  percance con el perro, hasta el año 1936, el de la guerra, transcurrieron treinta y cinco, lo que  resultaba  muy ajustado para admitir que  Domingo Aza pudiera ser el que yo suponía por Trubia. Esto en  buena medida me lo aclaró el árbol genealógico de José María  García de Tuñón Aza. Domingo, el cazador, era primo de mi bisabuelo Francisco, de la línea de los Haza González de Lena y  descendiente de José Haza González de Lena, otro de los hermanos  de mi tatarabuelo Pedro.

Mi  bisabuelo  fue en su tiempo un famoso cazador, mi padre comentaba que venían a cazar osos, con él, personajes  incluso de fuera de España, lo cual también me lo recordaba recientemente  Enrique, uno de sus bisnietos.

De aquellos tiempos, ¿quién no escuchó las hazañas de Xuanón de Cabañaquinta?, o ¿quién desconoce los versos titulados Xuaqu l´osu?, de Anxelu, el monologuista de Villayana.

Ahora bien, el perru… ¿estaría atado con una cadena? o… ¿estaría  atado con una soga? ¿Qué cuentu ye esti?


El autor ha publicado otros artículos en relación a la familia Aza:

Subiendo La Farrapona: http://lavozdeltrubia.es/2017/04/17/subiendo-la-farrapona/

Del Torreón de los Guzmán a San Pedro de Nora: https://www.lne.es/opinion/2016/05/25/torreon-guzman-san-pedro-nora/1932175.html